martes, setiembre 06, 2005

In Memorian

Papá, a veces las cosas no son los que parecen y a veces las fiestas familiares se parecen a los entierros y los entierros a las fiestas familiares. Tampoco ahora las cosas son lo que parecen, porque así veas caras tristes, estamos felices de haberte conocido, de haber sido tus hijos, tus nietos, tu esposa, tus amigos. Ninguno olvidará tu forma de ser padre, tus anécdotas, tus impresiones, tus triunfos ni tus errores.

Qué lejano y qué cerca está todo a la vez: aquellas tardes, el colegio, los exámenes que calificabas, tu cigarrillo encendido, la casa, tus amigos más una melodía en el tocadiscos Garrat.

Los recuerdos son engranas, cicatrices que la flecha del tiempo graba y nunca borra; son un extremo del pasado que vuelve desde lejos y en esa lejanía desparrama las impresiones en los límites del olvido. Pasan ante mi vista, en esos límites, estas palabras que dedico a mi padre, al hombre que vino de Ancash, al hombre estudiante, al hombre huérfano, al hombre padre, al hombre que perdió, al hombre que fue maestro y trabajador.

Sabiendo que ahora estás gozando de la paz eterna no nos preocuparemos más de tu bienestar; nos preocuparemos por nosotros, por tus hijos, tu esposa, tus nietos, amigos y familiares, todos los que quedamos aquí sin ti. Todos te recordaremos como eras: inteligente, amable, sensible, como lo demuestra tu larga afición por la música, siempre dispuesto a hacer algo por lo demás. Papá, tu dolorosa muerte no es un final, es un tránsito a una mansión amplia y acogedora -la de nuestro padre celestial- una vida más plena y feliz; así nos lo asegura nuestra fe cristiana.

Adiós papá.

Lima, domingo 4 de septiembre 2005

domingo, marzo 20, 2005

Los Poderes Interiores

El Siddhi

Dijo una vez Federico Fellini que vió cómo Gustavo Rol, el obrador de prodigios italiano, eliminó a un insecto de una sola mirada.

Este hecho y otros similares, que no parecen tener explicación científica, es ya la manifestación de aquello que podemos denominar poderes interiores.

Lo más coherente que he leído sobre este tema es sobre el estado del Siddhi.

Con el Siddhi se designa una fuerza mágica o milagrosa que suelen tener ciertos individuos, para obrar prodigios; es el poder sobrenatural, el poder oculto.

Siddhi es voz sánscrita.

Por lo visto Gustavo Rol poseía algún Siddhi.

Uri Geller también posee este poder tal como lo demostró cuando se le hizo la prueba del Nitinol, aleación de Níquel y Titanio. El Nitinol es un metal con memoria y para desmemoriarlo hay que calentarlo a temperaturas mayores a 900° F (450° C). Bastó con que Geller golpeara el metal suavemente con el dedo para que lo doblara. El metal presentó dobladura en el centro. También fracturó doblemente un anillo golpeándolo con el dedo. Las fracturas estaban separadas 1/10”

Esta prueba la dirigió el Dr. Eldenberg y son casos bien documentados.

Otra manifestación es el asombroso dominio corporal de los yoguis.

Dijo Mircea Eliade, el religiólogo rumano, haber visto en el Himalaya a un Naga o asceta desnudo que se alimentaba solo con un puñado de arroz y lucía un cuerpo extraordinariamente lozano. Este le contó que todas las noches practicaba el Pranayama o respiración yódica. Tenía un cuerpo admirable. El naga le dijo: “sólo vivo de día, en la noche reduzco el número de respiraciones a la décima parte”.

La ciencia no tiene explicación para estos fenómenos. Desde el punto de vista yódico sí es explicable.

En La Sorbona un yogui detuvo en tres oportunidades los latidos de su corazón por medio minuto.

En el National Geographic se vio cómo en la universidad de Standfor se introdujo a un yogui en una urna superhermética con aire para 15 minutos. El yogui estuvo ahí tres horas y no le pasó nada pues salió con una lucidez y calma increíbles.

Según el Patanyali, que es artífice o el codificador del sistema yódico, estos poderes son heredables o a veces conseguibles a través de las drogas, las fórmulas o invocaciones mágicas (Mantras), los círculos mágicos o Mandalas, la concentración o Sanyama y el ascetismo o Tapas.

Sin embargo la creencia general, especialmente en el Hatayoga, es que los Siddhis se adquieren por la práctica tenaz, perseverante, el entrenamiento indesmayables, ejercicios constantes, sostenidos. Los Siddhis son el resultado directo o indirecto de la búsqueda de la iluminación o el conocimiento. La práctica para lograrlo se llama Sádana.

Hay ocho Siddhis principales:
Anima o encogimiento: el poder de llegar a ser infinitamente pequeño
Majima o expansión: el poder de llegar a ser tan grande como el Cosmos; o sea, infinitamente grande.
La Jima o la impesantez: el poder de levitar, moverse con una velocidad extraordinaria
Garima o pesantez inaudita, el poder de llegar a ser tan pesado como una montaña
Practi o el poder de trasladarse a cualquier parte y tocar objetos lejanísimos, p. Ej la Luna
Pracandia o voluntad irrestible, el poder de obtener cualquier cosa con solo desearla, este Siddhi suele citarse con el del perfecto contentamiento (acorde con las cuatro metas del hinduismo: Darma, La Ley; Artha, la prosperidad material; Kama, el placer y el Moksha, la liberación del yo)
Vasidva o poder de controlar a todas las criaturas y todos los elementos, los pasados, los presentes y los futuros
Isidva o poder de gobernar todas las cosas
Existen muchos más, como el Siddhi que nos faculta a comprender el lenguaje de los animales o el que nos permite saber con antelación cuándo, cómo y dónde vamos a morir.
El Siddhi por el que nos volvemos invisibles.
El Siddhi de la audición.

Los Siddhis son consecuencias o logros (Sid significa lograr), pero como dice el Patanyali impiden la auténtica percepción espiritual porque suelen estar unidos con el deseo y nos envuelven en el campo de las cosas materiales. Los espíritus selectos sienten desafecto por el mago o el obrador de prodigios ya que se manifiesta o juega con poderes asombrando a la gente y descuida metas más importantes y elevadas como la contemplación o SAMATI.

A los verdaderos maestros de la india no aprueban la mostración de los Siddhis.

Los verdaderos seres superiores nunca manifiestan sus poderes, no publican, no ostentan.

Porque son seres superiores, en ellos el yo y el ego ha desaparecido, contrariamente el yo rige soberano en quienes deslumbran, sojuzgan o atemorizan mostrando sus Siddhis.